miércoles, 17 de agosto de 2011

La Pampa : Visita a el Parque Nacional Lihuel Calel, en el sur de la provincia, es un histórico reservorio de flora y fauna autóctonas.


Aminorar la marcha, detener el vehículo e ingresar al predio. "Es lo que ocurre cuando la gente viene por la ruta y, desde lejos, observa las sierras en medio de la nada", comenta Víctor Zapata, responsable de la hostería lindera al Parque Nacional Lihuel Calel, al sur de La Pampa. Es verdad: la combinación de estas serranías solitarias con las amplias llanuras circundantes cautiva a los visitantes.

Lihuel Calel significa "sierras de la vida", como las llamaron los mapuches. Hoy se preservan junto a las especies naturales y fósiles que conforman su hábitat. El Parque ocupa casi 10 mil hectáreas de un sistema serrano que se prolonga 15 kilómetros sobre un sorprendente microclima.

Tuvieron que pasar millones de años para que se originara este escenario natural, producto de la lava volcánica que emergió de la corteza terrestre y se desparramó en gran parte de la región. El fenómeno trajo consigo un enfriamiento y la formación de imponentes bloques de rocas compactas, en el Precámbrico, hace unos 240 millones de años. A partir de ahí, el paisaje sólo fue alterado por la erosión del agua y el viento. Sobre el suelo rocoso resalta una amplia variedad de flora semidesértica y de estepa, en la que resaltan cactus, arbustos, gramíneas y líquenes.

Las margaritas pampeanas estallan con su fulminante coloración amarilla. También se dejan observar maras, guayacos, ñandúes, vizcachas y 150 especies de aves. Con suerte, puede verse algún zorro en la lejanía. Cerca de la entrada al parque, la hostería de Zapata cuenta con bungalows y restaurante.

Sorprende el color de diferente tonalidad salmón que presentan las sierras. Uno de los circuitos llega hasta las cimas, desde donde se obtienen espléndidas panorámicas a más de 500 metros de altura.

Otro camino lleva al Valle de las Pinturas, donde es posible observar grabados rupestres realizados sobre las paredes rocosas de una pequeña gruta: es un yacimiento arqueológico del período indígena y la última morada del cacique Namuncurá.

También se pueden recorrer cuevas pintadas por antiguas culturas, arroyos de límpidas aguas y angostas sendas. Es un ambiente propicio para el ecoturismo, donde pueden deslumbrar el canto de una calandria, la estampa de una arcaica figura geométrica sobre la roca o saber que en estas sierras es posible "escuchar el silencio".

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